sexta-feira, 8 de junho de 2012

OUTROS FUTEBÓIS (OU O PERFIL BREVE DE UM GRANDE CAMPEÃO)


Melancolía y grandeza del maestro


El fútbol es grande. Lo empequeñecen los que lo empobrecen haciéndose grandes, poderosos, inquinosos, desdeñosos, gracias al fútbol. Pero hay gente, como Vicente del Bosque, que no han dejado nunca de poner el fútbol en su sitio, como el lugar donde se identifica el individuo con la obligación del equipo.
Como futbolista, como entrenador, como persona, a Del Bosque lo distingue el interés por seguir, con la atención de la mirada, lo que dice el que está enfrente, pero también por entender lo que dicen quienes están en la periferia de las conversaciones. Eso he percibido las veces que he estado ante él, pero un día, entrevistándole para El País Semanaldespués de que ganara con España el Campeonato del Mundo, lo vi más de cerca, su mirada era más próxima, más contundente, más verdadera, porque venía de un éxito y la vida (el pasado, mis preguntas) lo situaban ante algunos de los hechos que marcaron su vida.
Sus padres, y sobre todo la proyección que sobre él ejerce su padre, un rojo perseguido en el franquismo, fueron parte de esa conversación que sucedió cuando la luz del verano hacía que sus ojos fueran más cercanos, más luminosos y quizá más vulnerables.
Cuando le hablé de eso, de la historia familiar en la que se formó, en los páramos secos de la Salamanca represaliada por los que vencieron, la mirada de Del Bosque empezó a posarse en un pozo de enorme melancolía, y adiviné en las rojeces de sus ojos la eventualidad de una lágrima.
Él se agarró hacia dentro las manos, convirtió en un puño chiquito esas manazas, y al fin salió del trance tragando saliva y luego tragando algunas palabras en las que, si el alma no está presta, podría asomarse el rencor. 
Juan Cruz
El País