quarta-feira, 13 de julho de 2011

UM IMENSO ADEUS

«Para Semprún no constituye un gran misterio la razón por la que las personas - soldados, policías, vigilantes de prisiones, funcionarios - abogan por el mal. Toda la maldad que vivió en su siglo estuvo siempre vinculada al poder. Siempre se encuentran esbirros al servicio del vencedor. Semprún nunca sintió curiosidad por conocerlos de cerca. Le impresiona mucho más preguntarse por qué hay personas que se responsabilizan de combatir el mal a pesar de que ese combate está perdido de antemano. El ecritor sabe por qué lo hizo él mismo. Pero y los demás?
Aquel jove encontró la respuesta en L'Espoir: solidaridad y fraternidad. Esa novela le ayudó más que otros libros a examinar la realidad a la luz de la literatura, y lo que con el estado de ánimo así creado percibió en la realidad, le remitió de nuevo a la literatura. El cambio le ermotió experimentar la colectividad como fuente de felicidad. En este sentido L'Espoir era inagotable, un preparado siempre eficaz que Semprún se administró en numerosas ocasiones. El libro lo dejó con sus camaradas de Tabou, donde se perdió unas semanas después de su detención, cuando los alemanes arrollaron a la Resistencia en los bosques de la región. En sus libros se menciona ocasionalmente ese exemplar de L'Espoir. El escritor lo recuerda como si fuese un camarada perdido.»