quarta-feira, 6 de julho de 2011

UM IMENSO ADEUS



(bueno no tú Federico: estaba yo: tú Sánchez no existias todavia: y a neguno de los presentes sin duda podía ocurrírsele que existieras algún dia: y yoy qué era? quién era?: nada particular: no tenía ningún trabajo fijo: vivía a salto de mata supongo que esperando un inminente fin del exilio: hacía algunas traducciones lo justo para no morirme de hambre: publicaba de tarde en tarde alguna nota crítica en el semanario Action que dirigían Pierre Courtade y Pierre Hervé con el seudónimo de Falcó: me pasaba las horas muertas en los cafés enfrascado en interminables discusiones teorizantes: algo más?: si: todo lo demás: todo lo importante: todo lo que hace que uno sea lo que es: todo lo que se ha removido en mi memoria hace una hora cuando he puesto un disco de Joan Baez en el electrófono: cuando he oído la voz de Joan Baez cantando en castellano el verso de Miguel Hernández: Llego con tres heridas: la del amor: la de la muerte: la de la vida: pues eso: las heridas)
y estabas tú, escichando lo que pudiera decir Francisco Antón sobre la misión y functión del intelectual comunista, y en eso, al final ya de la reunión, se abrió la puerta de aquel despacho de Kleber y entró Pasionaria y os saludó a todos con una cordialidad campechana. Y a ti te felicitó Pasionaria por un artículo que acababas de publicar en Independencia, una revista que el partido había montado en Francia y de la que se ocupaba Benigno Rodríguez.
Si estuvieras en una novela, repito, te acordarías de ese primer encuentro con Pasionaria.

Tu sonrisa, Dolores,
Yo me acuerdo.
Era una tarde tibia de marzo en el destierro.
Dormían en la savia los rumores
de miles de hojas verdes y las flores
en la profundidad de los capullos preparaban
su negación airosa. La madre tierra
hervía en el proceso de antiguos renaceres.
De lo viejo y lo nuevo en la contienda,
frágil presagio victorioso, un árbol
anunciaba porvenires de gloria
frente a los estertores del triste invierno agónico.

Y el sol en los cristales, mortecino.

Se abrió la puerta. Entraste. Nos alzamos
de nuestras sillas. Fuiste estrechando manos,
sonreías.
Y entonces estalló la primavera.

(Esto lo has escrito tú. Bueno, no tú, sino yo. Yo mismo.
Esto lo he escrito yo, muchos años antes de ser Federico Sánchez, recordando precisamente ese primer encuentro con Pasionaria en las oficinas de Kleber. Y es que muchos años antes de ser Federico Sánchez, en el curso de una lajanísima juventud, yo escribía cantidad de poemas políticos. Por fortuna, casi ninguno llegó a publicarse. Pero ahora, estas últimas semanas, revolviendo en mi archivo en busca de determinados documentos, me he encontrado una carpeta con decenas y decenas de poemas. Y se ma ha caído el alma a los pies. Me ha entrado como una risa agónica al volver a leer esa poesía rezumante de sinceridad lírico-estaliniana y de religiosidad alienada. Pero, en fin, hay que asumir lo que uno ha sido. Unos han estado en el Frente de Juventudes, o han asistido a los Cursillos de Cristiandad, pongamos por caso, antes de hacerse comunistas. Y yo he sido un intelectual estalinizado. Hay que saber que lo he sido y tengo que explicar por qué lo he sido. Sería muy fácil olvidarse de su propio pasado, desmemorizarse, como suelen hacer nuestros Pequeños Timoneles locales y vernáculos. Sería demasiado fácil. No me olvido de mi propio pasado.»